La exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia (La alegría del amor), nos sitúa ante el evangelio de la familia, es
un ‘diálogo con la realidad’, como ha dicho el papa Francisco, una realidad
cambiante, como lo es nuestra sociedad.
El Concilio Vaticano II definió a la familia como: «‘iglesia doméstica’
íntima comunidad de vida y amor, fundada en un amor único y exclusivo, fiel y
fecundo». Ve en ella la primera y más pequeña comunidad cristiana, pues «la
familia, igual que la Iglesia, es un espacio donde el evangelio es
trasmitido y desde donde este se irradia a la sociedad», que dirá el beato
Pablo VI.
La familia es hogar en un mundo rudo, donde los hijos encuentran el
afecto, acogida, protección y seguridad que necesitan para crecer y madurar como
persona; en esta ‘sociedad líquida’, donde todo es efímero; la familia
es el ámbito de socialización donde se aprende la entrega y el amor
gratuito, el respeto, la tolerancia, el sentido de pertenencia, solidaridad y
compromiso. La familia nos da raíces para crecer y alas para volar. Así, la
familia como nos dirá el papa es: «La alianza de amor y
fidelidad, de la cual vive la Sagrada Familia de Nazaret, ilumina el principio
que da forma a cada familia, y la hace capaz de afrontar mejor las vicisitudes
de la vida y de la historia. Sobre esta base, cada familia, a pesar de su
debilidad, puede llegar a ser una luz en la oscuridad del mundo». (AL 66)
“Encuentros ‘Nazaret’”, quiere ser lugar de encuentro, de oración y
diálogo, desde el cuál compartir y vivir el ‘Evangelio de la familia’: «La
familia está llamada a compartir la oración cotidiana, la lectura de la Palabra
de Dios y la comunión eucarística para hacer crecer el amor y convertirse cada
vez más en templo donde habita el Espíritu.» (AL 29).