
El Concilio Vaticano II definió a la familia como: «‘iglesia doméstica’
íntima comunidad de vida y amor, fundada en un amor único y exclusivo, fiel y
fecundo». Ve en ella la primera y más pequeña comunidad cristiana, pues «la
familia, igual que la Iglesia, es un espacio donde el evangelio es
trasmitido y desde donde este se irradia a la sociedad», que dirá el beato
Pablo VI.
La familia es hogar en un mundo rudo, donde los hijos encuentran el
afecto, acogida, protección y seguridad que necesitan para crecer y madurar como
persona; en esta ‘sociedad líquida’, donde todo es efímero; la familia
es el ámbito de socialización donde se aprende la entrega y el amor
gratuito, el respeto, la tolerancia, el sentido de pertenencia, solidaridad y
compromiso. La familia nos da raíces para crecer y alas para volar. Así, la
familia como nos dirá el papa es: «La alianza de amor y
fidelidad, de la cual vive la Sagrada Familia de Nazaret, ilumina el principio
que da forma a cada familia, y la hace capaz de afrontar mejor las vicisitudes
de la vida y de la historia. Sobre esta base, cada familia, a pesar de su
debilidad, puede llegar a ser una luz en la oscuridad del mundo». (AL 66)
“Encuentros ‘Nazaret’”, quiere ser lugar de encuentro, de oración y
diálogo, desde el cuál compartir y vivir el ‘Evangelio de la familia’: «La
familia está llamada a compartir la oración cotidiana, la lectura de la Palabra
de Dios y la comunión eucarística para hacer crecer el amor y convertirse cada
vez más en templo donde habita el Espíritu.» (AL 29).